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Family and Friends

No existe mamá perfecta

manuelita otero

Ser mamá es lo mejor del mundo y al mismo tiempo la responsabilidad más difícil que podamos tener. Incluye el futuro de quienes más amamos, los riesgos son grandes y no importa cuánto nos preparemos, nunca estamos totalmente listas para asumir este rol. Ser mamá es un proceso que dura hasta el día en que nos muramos, es una experiencia llena de aprendizaje y crecimiento mientras cuidamos de estos maravillosos seres humanos que son una parte de nosotros y que son afectados de alguna manera por todo lo que hacemos. Es un reto gigante y al mismo tiempo un gran honor.

Generalmente, la mayoría de las mamás quieren lo mejor para sus hijos. Pero muchas veces las mamás sencillamente no sabemos qué es lo mejor. Entonces, tomamos decisiones basadas en la información que tenemos en el momento, con las mejores intenciones y mucha incertidumbre. Intentamos dar lo mejor y algunas veces “nuestro mejor”... ummm, ya sabes, no sale como esperamos.

Como mamá de dos adultos maravillosos, sé que mis decisiones y mis deseos hacia ellos han estado basados en mi amor y en mi anhelo por darles siempre lo mejor, pero como podrás suponer a veces lo que yo pensé que sería lo mejor no lo fue necesariamente. Y enfrentarlo unos años después, escuchándolo directamente de mis hijos ¡no es la cosa más fácil! 

El amor que tenemos hacia nuestros hijos es real, pero también lo es el dolor cuando caemos en cuenta que aunque nos esforzamos muchísimo no les dimos siempre a nuestros hijos lo mejor de lo mejor. Pero las mamás somos humanas y cometer errores es algo que viene incluido en nuestro rol. Darnos cuenta que no somos perfectas aún cuando nuestras intenciones son buenas y aún cuando damos la milla extra, es liberador si estamos dispuestas a pedir perdón y perdonarnos a nosotras mismas. Como mamás tenemos que ser honestas con nosotras mismas y dejar ir la idea de que siempre sabemos qué es o qué fue lo mejor para nuestros hijos. Es una expectativa injusta que nos ponemos a nosotras mismas. Entre más pronto hablemos de esos errores, los aceptemos, nos disculpemos y los dejemos ir; más felices estaremos todos los involucrados. 

Hablar: La buena comunicación parece ser la clave para el éxito de cualquier relación exitosa. Me inquieta por qué algunas veces parece tan difícil dominar esta gran habilidad. Hablar debería ser la cosa más natural para todos y, aún así, asumimos cosas, evitamos temas, ponemos barreras… La lista puede continuar y ser extensa. Pero ciertas cosas son sagradas y vale la pena pasar por el dolor, la incomodidad y la tristeza. Escuchar a tu hijo adulto, aprender cómo él o ella percibe ciertas situaciones y darle la oportunidad de expresar sus sentimientos sin corregirlos y sin justificarte no sólo es necesario sino también hermoso.

Aceptar: No sé si esto le pase a todas las mamás, pero si soy honesta realmente me duele cuando cometo un error con mis hijos. Amo a mis hijos más que a cualquier cosa, entonces es una mezcla entre tristeza y frustración. También un poco de injusticia. Me digo a mi misma que trabajé muy duro, que lo intenté todo y me cuestiono por qué aún así no pude dar lo mejor de mí. Sin embargo, mi error en realidad está en confundir “dar lo mejor de mí” con “ser perfecta”. Necesito aceptar que a veces no importa cuánto quiera evitar equivocarme, igual lo haré: diré lo que no debo o tomaré la decisión equivocada. Así es como es. La clave está en minimizar esos momentos y aprender de ellos. 

Dí que lo sientes: A veces pedir disculpas es doloroso porque podemos sentir que es un poco injusto así las queramos ofrecer sinceramente. Unas disculpas genuinas traen libertad para nuestros hijos y para nosotras como mamás. Pudimos haberlos herido sin darnos cuenta. Estar dispuesta a escuchar a tus hijos y disculparte crea un espacio para aclarar algunas cosas y poder tratar con ellas. Es una carga que se quita, una oportunidad de conocer mejor a tus hijos y ver cómo la relación crece. 

Dejar ir: No hay necesidad de seguir meditando en el pasado. Una vez es discutido y enfrentado es tiempo de dejarlo ir. No hay necesidad de presionarnos a recordar lo que hemos hecho o tratar de entenderlo o de sentirnos culpables. A veces no has hecho nada malo, pero por alguna razón tus hijos perciben las cosas de manera diferente. Hablar acerca de esto a veces es necesario y respetar el punto de vista de tus hijos también lo es. A veces está bien no estar de acuerdo con ellos, siempre y cuando haya un deseo genuino de entender cómo las cosas los han afectado. Pide perdón, perdónate y deja ir una vez más. 

No sacrifiques tu relación con tus hijos por la breve satisfacción de sentir que estás en lo cierto o de querer sentirte bien. El reto y la alegría de ser mamá no se detiene a medida que nuestros hijos crecen, se vuelve más interesante y se transforma, pero una cosa nunca cambia y es el amor que sentimos por nuestros “pequeños”, aún cuando no son pequeños nunca más. 

Manuelita