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Mi Tiempo

¿Envidia de la buena?

manuelita otero

Hay días en los que te das cuenta de que llegó la hora de enfrentar temas a los que llevas mucho tiempo haciéndoles el quite, y son días hasta bonitos, ¿no?

Pues bien, este año, caí en cuenta de que la envidia era uno de esos temas que estaba por ahí,  haciéndome ojitos, pasando conmigo más tiempo del necesario - sin ser terrible-, pero sí estaba dando vueltas cerca.... y yo, cada vez que podía, olímpicamente, evadía la responsabilidad de sentar mi posición frente a ella. Claro, porque no es divertido andar por ahí diciendo o reconociendo que uno es envidioso o que con alguna frecuencia uno “sufre” de envidia.

Sinceramente creo que mi pereza inicial de enfrentar este tema en mi vida es resultado de lo que escuchaba de chiquita por todas partes: “¡Uy, qué envidia! Pero de la buena”; es decir, era claro que para muchos existe una envidia como chévere y otra más bien como mala clase de la que, la verdad, no se habla mucho. Entonces, uno crece como fresco con el tema, sin mayores reproches al respecto, porque finalmente “todo” puede -de alguna manera- acomodarse en el paquete de la tal “envidia de la buena”.

Lo cierto es que finalmente acepté que algo no está bien cuando el hecho de desear lo que tienen, hacen o sueñan los demás trae consigo también una dosis de amargura -así sea pequeña- que tarde o temprano nos hace pasar un trago amargo. Y si algo quiero dejar de hacer con mi vida es patrocinarme más tragos amargos.

No tengo la más mínima idea de si exista una fórmula o un tratamiento profesional o semi-profesional recomendado para superar la envidia -porque soy de las que cree que la envidia es un tema que vale la pena tratar independientemente de la “cantidad de envidia” que se sienta-, pero sí quiero compartir algo que empecé a hacer hace un tiempo y que me ha dado un gran alivio. Fue algo que hice, casi como hábito, por algunos días y que puede inspirar a alguien más. Se resume en 4 pasos. Aquí van:

1.       Hice una lista de todas aquellas personas que envidio o envidié por una u otra razón. Así no piense en ellas con frecuencia, pero que por algún motivo aparecieron en mi radar; precisando en cada caso qué son esas cosas que ellos tienen y que yo anhelo. (Estoy casi segura que todos tenemos nuestra listica de envidias, así sea “bajo llave”).

2.       Cada día saco un tiempo para agradecer poco a poco lo que sí tengo, lo que sí he logrado o lo que sí me hace de verdad feliz en las áreas que en la lista anterior me generaron “alerta roja”.

3.       Como buena planner que soy, frente a lo que más envidio, defino lo que yo puedo hacer por mí misma y para mí misma, tratando de ser lo más clara y específica posible.

4.       Por último, usando la fe que tengo, pido bendiciones para las personas por las que por algún motivo he sentido envidia, creyendo de corazón que cosas lindas les pasarán y, de paso, le pido a Dios que me apoye mejorando lo que quiero mejorar.

No se trata de sugerirte que hagas lo mismo, porque ni siquiera sé si la envidia es un tema que necesitas tratar. Todo lo que quiero es invitarte a que pienses en eso que te da pereza enfrentar. Dedícate tiempo para regalarle un rato a esas cosas que aparecen y desaparecen en la mente, que no te hacen mucho bien y que poco a poco van cogiendo fuerza suficiente para volverse importantes. Luego, pregúntate cómo puedes darles la vuelta para tener una vida mejor. Después de todo, ¿a quién no le gusta vivir una vida de la buena?

Ana