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Family and Friends

Querernos Más, Cansarnos Menos

manuelita otero

“Aunque seamos esposas y madres seguimos siendo mujeres”*

¿En qué momento tantas mujeres que conozco dejaron de cuidarse, consentirse y descansar como lo merecen? Esta es una pregunta que me ha dado vueltas y más vueltas en la cabeza en los últimos dos o tres años.

Tal vez, la razón de que esté pensando mucho en este tema es porque estoy en ese preciso momento de la vida en el que la mayoría de mis amigas, mujeres muy lindas y valiosas -valga la pena la anotación-, están empezando a cambiar sus prioridades porque sencillamente están cambiando su ritmo de vida. Decidieron irse a vivir con alguien, tener hijos o casarse -en cualquiera de estos casos- con la idea de empezar una nueva familia. 

Con este cambio de vida empecé a recibir no muchas sino muchísimas invitaciones a despedidas de solteras, matrimonios, onces, baby showers y piñatas. Y me siento muy feliz cuando aparece uno de estos eventos en el panorama porque inmediatamente se convierte en una de esas pocas oportunidades que tendré en el año para compartir, “echar chisme” y reírme con las que hasta hace unos pocos meses eran casi como mi sombra; es decir, mis amigas inseparables del alma.

Más allá del éxito de la convocatoria de cada una de estas reuniones, debo admitir que, en medio del ajetreo que cada una tiene como anfitriona de su celebración yo, personalmente, las veo hermosas, lindas, radiantes, alegres y seguras, pero también debo confesar que hay un momento en el que parecen desplomarse de cansancio casi como si se estuvieran arrepintiendo de haber organizado esto o aquello o, como si, de alguna manera, se estuvieran arrepintiendo de llevar la nueva vida que llevan. Y ahí, entre lo uno y lo otro, hay una línea delgada que es precisamente eso: una línea delgada en la que pareciera que la realidad del corre-corre del día a día que hay detrás de muchas de esas vidas le gana a la alegría de ver a las personas que quieren y al entusiasmo. 

Pero, ¿de qué realidad hablo? de la que finalmente nos terminamos contando por mensajes cortos de texto en medio de nuestras carreras, por correos electrónicos que parecen hasta terapéuticos, en almuerzos que finalmente logramos cuadrar después de “miles” de intentos y en llamadas en las que decidimos ignorar nuestro plan de minutos así, mientras hablamos, estemos preparando algo de comer, leyendo algo del trabajo, viendo un vestido de novia o haciendo una tarea de kinder. Y, la verdad, es que esa realidad que por fin nos logramos contar, la mayoría de las veces, está llena de estrés por exceso de tareas y metas por cumplir y de cansancio, preocupaciones y angustia por “falta de tiempo” para hacer una cosa o la otra. Puede que algunas de estas preocupaciones en algunos casos no sean realmente graves, pero al fin y al cabo son preocupaciones que, como cualquiera de su especie, quitan energía, roban sueño y entristecen un poco el alma. 

Cuando noto todo ese cansancio es cuando no puedo evitar preguntarme ¿En qué momento fue que tantas mujeres dejamos que cosas que no deberían preocuparnos tanto, como un mercado que se puede postergar o una diligencia que no es vital nos preocupen al punto de hacernos sentir cansadas y estresadas frecuentemente, al punto de que olvidemos hacer lo que de verdad nos gusta? ¿En qué momento fue que permitimos que el rush normal de tener una nueva familia nos invada más de la cuenta?... porque sí la verdad es que muchas veces nos invade más de la cuenta… invade nuestro tiempo, nuestros sueños y hasta nuestra esencia y forma de ser. Y, claro, no es que sea culpa de nuestra nueva familia porque al final del cuento las únicas dueñas de nuestro tiempo somos nosotras mismas.

Creo que no se trata entonces de desconocer todas las cosas bonitas y alegrías que puede traer esta nueva vida familiar, pero mucho menos se puede tratar de resignarnos a vivir cansadas por pretender, muchas veces, hacerlo todo, controlarlo todo y tratar de tener una familia casi perfecta; así ni cuenta nos demos de que eso es lo que estamos haciendo.

Como somos nosotras mismas las que podemos organizar nuestro tiempo, entonces también somos nosotras mismas las que podemos tomar la decisión de querernos, consentirnos y cuidarnos antes de querer, consentir y cuidar a los demás. Sólo así se logra el equilibrio. Sólo así logramos valorarnos y amarnos como lo merecemos. Sólo así se logra que nuestros hijos, si los queremos tener, algún día digan -sin dudarlo- que se quieren “valorar y cuidar como lo hace su mamá”. 

Mi invitación es entonces a que nos demos cuenta de todo el valor que tenemos como mujeres al tener la disposición, la fuerza y el deseo de tener y cuidar a una familia sana y feliz. Para eso se necesita valentía y coraje. Y, finalmente, eso somos: mujeres valientes que en su día a día podrían quererse más y cansarse menos... ¿Cómo ? ¿Si existen formas realistas de hacerlo? Sinceramente, creo no hay muchas sino muchísimas formas. Por ahora, quisiera compartir algunas que, sin tanto complique y aplicándose pronto, me han funcionado y mucho: 

 

  • Dedica un día a la semana para buscar y aplicar “trucos” de belleza sencillos en los que creas y que no demanden mucho tiempo sino lo tienes.
  • Planea al menos una vez al mes un plan que ames hacer y que sea realmente tuyo (Mejor, sino depende de tu nueva familia).
  • Si estás casada y tienes hijos, negocia con tu esposo, espacios sagrados para que cada uno pueda hacer “pereza” un buen rato. Y no se trata del típico tiempo de sueño o descanso en las noches. No. Se trata de poder sacar algunas horas un sábado, un domingo o un festivo para leer un rato, ver televisión, dormir tarde, pensar sin afán, escuchar música, entre otras miles de opciones. 
  • Enséñale a tus hijos desde pequeños a que respeten tus espacios. (Si los respetan, entenderán que los mereces y un día hasta te animarán a que los tengas y los disfrutes)
  • Piensa que en realidad “no pasa nada…” No pasa nada si te quedas un sábado o un domingo descansando y sin organizar ningún tipo de plan. ¡Ninguno!; si rechazas amablemente algún almuerzo familiar porque te sientes cansada y con ganas de estar sola un rato; Si le dices de frente a tu pareja que necesitas un par de horas para tí y sólo para tí; Si un día en el mercado piensas primero en tus antojos antes de pensar en los de tus hijos y la plata ese día sólo alcanza para los tuyos… de verdad no pasa nada. Por lo menos, nada grave de lo que valga la pena preocuparse.

PD: Esto que escribí lo dedico de corazón y con cariño, mucho cariño, a mis hermanas del alma… a mis amigas de la vida. Es decir, a las que conozco en las buenas y en las malas.

Por Ana

*Marcela Mar || Actriz colombiana || Revista Esquire edición No. 52 - Colombia, septiembre de 2014.